El ser humano tiene una doble naturaleza. Por un lado, es un ser social en tanto que necesita compartir su tiempo con los demás, se perfecciona a través del contacto del grupo. Sin duda, la familia es la primera comunidad de amor que acoge a un recién nacido en su seno.
Pero además, cualquier persona también tiene una vertiente individual como muestra el hecho de que en última instancia, cada uno de nosotros nacemos y morimos en soledad.
Es decir, una persona también necesita tener un tiempo para sí misma. Por otro lado, el poder de la intimidad muestra que siempre existe una parcela que no se comparte con nadie.
Por eso, una persona puede aprovechar un tiempo cada día para escribir en un diario sus pensamientos. Se trata de una escritura íntima que favorece el autoconocimiento, la escucha de uno mismo, la búsqueda de la verdadera felicidad y la lucha contra la falta de sentido vital.
La palabra escrita es una forma de desahogo interior puesto que el papel ofrece cierta objetividad externa a una vivencia interior. También es una gran fuente de aprendizaje para uno mismo volver a leer un texto del pasado puesto que permite recordar y analizar los acontecimientos desde la óptica del presente.
Algo esencial puesto que mediante el recuerdo podemos volver a revivir los triunfos, el fracaso, los aciertos y los errores cosechados a lo largo de la gran aventura de la vida. Una reflexión solo apta para valientes que quieren vivir desde la superación personal.